Como seres humanos individuales y colectivos, estamos expuestos día tras día a diferentes estímulos que, en determinadas situaciones y contextos, pueden afectarnos de manera negativa, dando lugar a estrés, miedo o diferentes tipos de ansiedad.
Es importante identificar qué sensación nos provocan dichas situaciones, y sus causas concretas, para así poder sobreponernos y cuidarnos.
La ansiedad es una de las principales fuentes de malestar mental y físico, hasta el punto de que a nivel clínico existen diferenciaciones específicas según se produzca un trastorno u otro. Te lo cuento:
Tipos de ansiedad
Entre los Trastornos por ansiedad encontramos Trastorno ansiedad generalizada, Trastorno ansiedad por separación, Mutismo selectivo, Fobias específicas, Fobia social, Ataque de pánico, agorafobia, Trastorno de ansiedad por consumo de sustancias.
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Trastorno de ansiedad generalizada:
Se determina por un cuadro de ansiedad y preocupaciones excesivas, siendo dichas preocupaciones desproporcionadas respecto al peligro real, y provocando interferencia en la vida diaria de la persona.
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Trastorno de ansiedad por separación:
Miedo o ansiedad intensos y persistentes relacionados con el hecho de separarse de una persona con la que presente un vínculo estrecho.
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Mutismo selectivo:
Incapacidad persistente de hablar o responder a otros en una situación social concreta, a pesar de hacerlo sin problemas en otras situaciones.
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Tipos de ansiedad de Fobias específicas:
Las fobias son miedos irracionales que generan una gran ansiedad. Existen diferentes tipos de fobias en función del estímulo que la provoque (miedo a volar, temor a ciertos animales, o miedo a la muerte -tanatofobia-).
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Fobia social:
La ansiedad social es un tipo de ansiedad que se activa cuando la persona se relaciona socialmente, apareciendo síntomas como miedo/angustia a ser juzgado, síntomas de ansiedad física que se activan y exteriorizan (sudor, tartamudeo, temblores, etc.), y evitación conductual (la persona deja de hacer ciertas acciones, evita relacionarse, o se expone con mucha ansiedad).
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Trastorno de pánico:
El ataque de pánico, conocido popularmente como ataque de ansiedad, se define por la aparición súbita de miedo o malestar intensos que alcanzan su máxima expresión en minutos; durante dicho tiempo se producen cuatro o más de los siguientes síntomas (palpitaciones, sudores, temblor o sacudidas, sensación de dificultad para respirar o de asfixia, dolor o molestias en el tórax, náuseas o malestar abdominal, sensación de mareo, inestabilidad, aturdimiento o desmayo, escalofríos o sensación de calor, sensación de entumecimiento u hormigueo, desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (sentir que uno se separa de sí mismo), miedo a perder el control o de volverse loco, y miedo a morir.
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Tipos de ansiedad de Agorafobia:
La agorafobia se define por la aparición de ansiedad al encontrarse en lugares en los que escapar puede resultar difícil, o puede no haber ayuda disponible en caso de sufrir un ataque de pánico. Por este motivo, la persona evita estar en esas situaciones, o las sostiene con mucho malestar.
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Trastorno de ansiedad por consumo de sustancias:
Crisis de angustia o ansiedad como consecuencia derivada del consumo de sustancias tóxicas o abstinencia de las mismas.
Cada persona puede sufrir más o menos diferentes tipos de ansiedad y síntomas de diferente gravedad, siendo necesario para recibir el diagnóstico, valorar la cantidad de síntomas y su peligro, y si estos se sufren durante un periodo mínimo de tiempo concreto.
¿Cuáles son las causas de la ansiedad?
El estrés es una de las causas más frecuentes de los diferentes tipos de ansiedad, y provoca síntomas tanto psicológicos como físicos, que alteran la salud. El estrés aparece ante diversas situaciones que la persona está viviendo en el presente (estrés laboral, diagnóstico de enfermedades, dificultades en la educación de los hijos, rupturas sentimentales, adicciones, etc.). Además, el estrés también puede influir sobre la salud de forma más indirecta, al dejar de tener hábitos saludables de autocuidado (comer mal, dejar de hacer deporte), o al comenzar conductas que no nos son favorables, como beber alcohol, fumar, o dormir mal.
Así mismo, el estrés afecta la salud, ya que actúa influyendo sobre el funcionamiento fisiológico (tasa cardíaca, tensión muscular, respiración), llegando a modificar la actividad neuroendocrina y la capacidad inmunológica.
A lo largo de nuestra vida afrontamos estresores puntuales, y también situaciones estresantes que se alargan en el tiempo. Los seres vivos deben adaptarse de manera continua, tanto a sucesos vitales estresantes (muerte de personas queridas, divorcios, pérdida del trabajo, etc.), como a sucesos estresantes menores, considerados microeventos o estresores cotidianos (perder objetos, ir con prisa, sufrir imprevistos, etc.). En ambos casos, los efectos negativos sobre nuestra salud mental y física son notables.
Cuando el estrés se mantiene a largo plazo, la respuesta al mismo está formada por un mecanismo denominado “Síndrome general de adaptación”, que se caracteriza por sus diferentes fases:
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Reacción de alarma:
Reacción del organismo cuando lo exponemos repentinamente a diversos estímulos a los que no está adaptado, dándose una fase de choque (reacción inmediata a la situación negativa sufriendo síntomas como taquicardia, pérdida del tono muscular, disminución de la temperatura y la presión sanguínea), y una fase de contrachoque que consiste en una reacción defensiva donde se agranda la corteza suprarrenal con signos de hiperactividad (liberando corticoides), hipertensión, hiperglucemia, diuresis, hipertermia, etc.
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Fase de resistencia:
Como ningún organismo puede mantenerse de manera constante en estado de alarma, en esta fase las personas nos adaptamos al estresor, desapareciendo los síntomas de la reacción de alarma.
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Etapa de agotamiento:
Si la persona sigue expuesta al estresor a lo largo del tiempo, pierde la adaptación adquirida en la fase anterior, llegando a un estado de agotamiento, y reapareciendo de nuevo los síntomas de la reacción de alarma.
Además de que podamos sentirnos seguros y valoremos nuestras propias fortalezas a la hora de afrontar estrés en nuestra vida, el apoyo emocional que brindan las personas de nuestro entorno es importante también como factor para poder hacerle frente, sirviendo de amortiguador, y reduciendo por tanto los niveles de ansiedad que la persona padecer.
¿Cómo se diagnostica la ansiedad?
Para efectuar el diagnóstico de Trastorno de ansiedad, los especialistas se basan en criterios diagnósticos del Manual DSM-V o del CIE-10, dos clasificaciones de enfermedades mentales consensuadas y reconocidas internacionalmente.
Los principales síntomas de la ansiedad que han de valorarse para evaluar y diagnosticar un trastorno de ansiedad son:
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A nivel cognitivo:
Preocupación, temor, inseguridad, dificultad para decidir, miedo, pensamientos negativos sobre nosotros mismos, miedo a perder el control, problemas para pensar, estudiar o concentrarse…
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A nivel fisiológico:
Sudoración, mareos, vómitos, dolor de estómago, problemas para respirar, latido rápido de corazón, escalofríos, entre otros.
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A nivel motor:
Evitar situaciones, comer excesivamente o restringir comida, fumar o beber en exceso, movimientos repetitivos como rascarse, tocarse o arrancarse el pelo, morderse las uñas, parálisis, etc.
Los trastornos de ansiedad no se diferencian mucho entre sí en función de los síntomas, sino más bien dependiendo del área concreta donde aparecen o se activan dichos síntomas de ansiedad. Es importante tomar conciencia de estos síntomas, así como del momento en el que aparecen, y su valoración por parte de un profesional para poder llevar a cabo una valoración, y confirmar si realmente la persona sufre un trastorno.
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